- Ahora, dime -respiró y fue entonces cuando su efluvio desorganizó todos mis procesos mentales-, ¿qué es exactamente lo que te preocupa?
Reprimió una sonrisa. Luego, inclinó la cabeza y rozó suavemente con sus fríos labios el hueco de la base de mi garganta.
- ¿Sigues preocupada? -murmuró contra mi piel.
- Sí -luché para concentrarme-. Me preocupa terminar estampada en los árboles y el mareo.
Su nariz trazó una línea sobre la piel de mi garganta hasta el borde de la barbilla. Su aliento frío me cosquilleaba la piel.
- ¿Y ahora? -susurraron sus labios contra mi mandíbula.
- Árboles -aspiré aire-. Movimiento, mareo.
Levantó la cabeza para besarme los párpados.
- Bella, en realidad, no crees que te vayas a estampar contra un árbol, ¿a que no?
- No, aunque podría -repuse sin mucha confianza. Él ya olía victoria fácil.
Me besó, descendiendo despacio por la mejilla hasta detenerse en la comisura de mis labios.
- ¿Crees que dejaría que te hiriera un árbol?
Sus labios rozaron levemente mi tembloroso labio inferior.
- No -respiré. Tenía que haber en mi defensa algo eficaz, pero no conseguía recordarlo.
- Ya ves -sus labios entreabiertos se movían contra los míos-. No hay nada de lo que tengas que asustarte, ¿a que no?
- No -suspiré, rindiéndome.
Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó en serio, moviendo sus labios insistentes contra los míos.

Realmente no había excusa para mi comportamiento. Ahora lo veo más claro, como es lógico. De cualquier modo, parecía que no podía dejar de comportarme como lo hice la primera vez. En vez de quedarme quieta, a salvo, mis brazos se alzaron para enroscarse apretadamente alrededor de su cuello y me quedé pronto soldada a su cuerpo, duro como la piedra. Suspiré y mis labios se entreabrieron. Se tambaleó hacia atrás, deshaciendo mi abrazo sin esfuerzo.
- ¡Maldita sea, Bella! -se desasió jadeando-. ¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!
Me acuclillé, rodeándome las rodillas con los brazos, buscando apoyo.
- Eres indestructible -mascullé, intentando recuperar el aliento.
- Eso creía antes de conocerte. Ahora será mejor que salgamos de aquí rápido, antes de que cometa alguna estupidez de verdad -gruñó.
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