jueves, 15 de julio de 2010

Welcome to the Apocalypse.

Bienvenido a la realidad.
En tiempos pasados, cuando nuestro presente era un futuro incierto y nebuloso, llegaron predicciones divinas a la mente de un modesto hombre, Juan. Su mente se abrió a lo desconocido e incógnito, dejando pasar contenidos que el inconsciente debería censurar. Sin embargo, era su misión, el por qué de su vida. Escribió en hebreo terrores del futuro extemporal. Narró desventuras y aventuras de siete comunidades, los cuatro jinetes y sus consecuentes plagas, el surgimiento de numerosas bestias, el juicio final.
Es posible imaginar la situación: Gente corriendo en la calle, niños temerosos retraídos en rincones, familias unidas rezando y solitarios perdidos vagando por las frías avenidas de la subsistencia. Observar el cielo y el infierno abrirse y ser testigo de una guerra entre entidades. Permanecer encerrado en cuatro paredes cerrando con ímpetu, sintiendo el miedo en que cada una las terminaciones nerviosas. Agachando la cabeza, pidiendo perdón por los pecados hipócritamente mientras se recuerda una vida de errores e injusticias cumplidas que fueron indiferencias y apatías en su momento. El humano es humano, errar es natural e inevitable, pero no por eso es correcto.
Puede creer un fin del mundo como el escrito por muchas personas. Es común pensar que el mundo llegara a caer en un punto fijo, un día, un mes, un año. Sin embargo, yo sostengo que la Biblia es una constante metafora. Yo creo, pienso y afirmo que el mundo se quebró desde sus propios orígenes, o al menos desde el propio origen del hombre ¿Por qué esperar especular con la Tercera Guerra Mundial como el juicio final? Acaso no fueron suficientes los destrozos de las dos primeras para afirmar que se trata de la destrucción de la vida. Me puedo remontar aún más en el pasado, el proceso histórico fue, es y será una constante muestra de la autodestrucción del hombre. Los defectos que todo humano posee, conllevan a la catástrofe, la muerte, el dolor y una decadencia en masa. La avaricia del hombre llevo a una sociedad desequilibrada y nivelada. La codicia llevo a la una repoblación violenta en extensas áreas. Hoy en día, sobrevive el más apto, cada quien lucha solo, la indeferencia ante todo aquel que no constituya el propio ser se volvió moderna corriente. Los humanos, nosotros formamos nuestra propia desgracia autodestructiva, entonces ¿No vivimos nuestro propio Apocalipsis?

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